Hay historias que nacen de un mito o un relato contado por algún anciano ya que ellos guardan muchos y otros que nacen por que se topan con uno en la vida, en otras palabras, son propias del día a día.
Hoy voy a contarte algo que me paso, puedes llamarle bendición o solamente suerte. Un día de todos desperté por la luz radiante que golpeaba mi ventana esos rayos que llegan y sin que tú quieras te hacen levantar, sé que a más de uno le paso lo mismo y es entonces que no sabes si enfadarte con la naturaleza o dar gracias a Dios por un magnifico día.
Y fue así como empezó a sonreírme la vida ese día, cielo despejado, las aves cantando y yo con los ánimos de punta. No era para menos tenía la fuerza y vigor de un guerrero con apenas 12 años, creo que leer muchas historietas de súper héroes me hizo creer que también podría ser uno de ellos. Así que tomé mi única arma permitida en esos entonces una pequeña resortera (jebe, hondilla, tripa) y salí fuera de casa sin rumbo.
Bajo la melodía de un silbo poco melódico empecé a caminar mientras perdía la mirada en el horizonte. Las piedras redondas y de tamaño especial para amoldar en la pala de mi hondilla eran difíciles de encontrar y eso tomaba tiempo; así que baje al río, en realidad era un pequeño riachuelo que bajaba mojando la tierra por la quebrada pues ahí decían todos que se podía recolectar las mejores piedras para mejorar la puntería y poder matar alguna ave.
No era muy bueno en la cacería, era más bien ese típico jovencillo que siempre corría tras su presa que más ruido hacia que matara alguno; pero bueno ahí seguía perseverante buscando temprano a mi victima pasando árboles, montes y acequias.
Dicen que “al que madruga Dios le ayuda” y déjenme decirles que ese día la frase acertó y fue justamente ahí cuando piensas en regresar con las manos vacías un giro de suerte puede cambiar tu mañana, justo entre los pastos y ramas asomaba un nido repleto de huevos hubiese podido retratar la felicidad de mi cara mientras observa el hallazgo…
Sé que a muchos les paso lo mismo y quiero que comenten su historia al pie en un comentario.
Hoy voy a contarte algo que me paso, puedes llamarle bendición o solamente suerte. Un día de todos desperté por la luz radiante que golpeaba mi ventana esos rayos que llegan y sin que tú quieras te hacen levantar, sé que a más de uno le paso lo mismo y es entonces que no sabes si enfadarte con la naturaleza o dar gracias a Dios por un magnifico día.
Y fue así como empezó a sonreírme la vida ese día, cielo despejado, las aves cantando y yo con los ánimos de punta. No era para menos tenía la fuerza y vigor de un guerrero con apenas 12 años, creo que leer muchas historietas de súper héroes me hizo creer que también podría ser uno de ellos. Así que tomé mi única arma permitida en esos entonces una pequeña resortera (jebe, hondilla, tripa) y salí fuera de casa sin rumbo.
Bajo la melodía de un silbo poco melódico empecé a caminar mientras perdía la mirada en el horizonte. Las piedras redondas y de tamaño especial para amoldar en la pala de mi hondilla eran difíciles de encontrar y eso tomaba tiempo; así que baje al río, en realidad era un pequeño riachuelo que bajaba mojando la tierra por la quebrada pues ahí decían todos que se podía recolectar las mejores piedras para mejorar la puntería y poder matar alguna ave.
No era muy bueno en la cacería, era más bien ese típico jovencillo que siempre corría tras su presa que más ruido hacia que matara alguno; pero bueno ahí seguía perseverante buscando temprano a mi victima pasando árboles, montes y acequias.
Dicen que “al que madruga Dios le ayuda” y déjenme decirles que ese día la frase acertó y fue justamente ahí cuando piensas en regresar con las manos vacías un giro de suerte puede cambiar tu mañana, justo entre los pastos y ramas asomaba un nido repleto de huevos hubiese podido retratar la felicidad de mi cara mientras observa el hallazgo…
Sé que a muchos les paso lo mismo y quiero que comenten su historia al pie en un comentario.